UN BUEN VESTUARIO
“Un vestuario sano vale más que cien horas de táctica”, es la opinión de Vicente del Bosque, quizás cansado de que se comente sobre la posibilidad de que el rendimiento de la Selección Española de cara al Mundial no sea el más adecuado o a cerca de los supuestos roces entre jugadores.
El seleccionador apuesta por el grupo humano, y en mi opinión, es su baza más acertada. Cuenta con un grupo de grandes profesionales. Habrá que encajar las piezas, sí y tener un plan en el campo, pero mucho fútbol no creo que haya que enseñar. Vicente busca crear el concepto de sinergia; es decir, cuando nos relacionamos de forma adecuada los unos con los otros, el resultado que podemos llegar a alcanzar es mucho mayor que la suma de los resultados individuales de cada uno de los miembros del grupo. ¿Y por qué esto es así? Porque aparte de los 11 que estamos en el campo, cuando el ambiente es tan bueno, cuando nos coordinamos tan bien, surge un jugador más, el número 12: el equipo.
Un buen vestuario no se hace de la noche a la mañana. Es un trabajo constante que requiere de unos pilares fundamentales básicos y si estos empiezan a fallar surgen los problemas y decae el rendimiento. Estos pilares son:
- Objetivo común y compartido: desde el máximo goleador al chico que sube del filial, debe haber un objetivo claro por el que todos luchen a una. Si para uno busca destacar a nivel individual para tener mejores contratos, los resultados nunca llegarán.
- Compromiso total: y en cada momento. Porque es muy fácil bajar los brazos cuando las cosas van mal o cuando a ti no te va bien. Cuando un miembro del grupo percibe que el que está a su lado no trabaja igual, se tiende a bajar también el rendimiento y se crea un clima de injusticia.
- Comunicación abierta y asertiva: para poder hablar de todas las cuestiones sin inhibiciones pero a la vez, sin herir a nadie. Que la máquina funcione depende de que me digas qué necesitas de mí.No somos adivinos.
- Sentimiento de igualdad entre los miembros del equipo: si a la estrellita se lo consentimos todo, en el resto de miembros surgirá un sentimiento de rencor y decepción.
- Humanizar: porque por muy “cracks” que seamos, al final, todos somos personas. Hay que bajar de nuevo a la tierra y tener claro de dónde venimos, lo que nos ha costado llegar hasta la cima.
- Liderazgo democrático y compartido: las decisiones tomadas de forma conjunta se aceptan mejor, y tener oídos para escuchar lo que tus jugadores dicen, da muchas ideas…
- Correcta gestión de los conflictos, refuerzos o “castigos”: para que una chispa no te produzca un incendio y para premiar cuando las cosas van bien.
En definitiva, hay que ser un buen gestor del grupo y un malabarista en relaciones personales, pero cuando el grupo fluye… el resultado merece la pena.
Zoraida Rodriguez Vílchez
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